Una limosna para Hernán Cortés

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José Plá Cárceles

Resumen


Un amigo mío, hombre profesionalmente muy calificado para hacer catas psicoanalíticas, ha tenido excelentes ocasiones en estos últimos tiempos, de ponerse en íntimo contacto, en sus propios recintos nacionales, con gentes cultas de muchas de las repúblicas del continente americano. En todas ellas, menos en una, pudo observar un desbordante hervor de simpatía por España y admiración ante la magna obra de los conquistadores. La excepción es Méjico. En Méjico, soplan, desde hace ya bastantes años, vientos de franca hostilidad a cuanto se refiere a aquella obra. Abundan allí, sobre todo entre la juventud, los individuos que, fustigados por pintores de indudable genio original, manifiestan, a cada paso propicio, una intensa y rencorosa abominación por los tiempos de la dominación española. Son indigenistas; es decir, nutren una recia voluntad de mostrarse exclusivamente como descendientes del mundo de Moctezuma cuya civilización exaltan, avergonzándose del recuerdo de Hernán Cortés. Sabido es que no existe, en todo el hermoso ámbito del Anahuac, ni una estatua del capitán extremeño; no son pocos los mejicanos que hasta rehúyen el acompañar a los extranjeros a la iglesia donde se supone que yace su sepultura. En ningún recodo nacionalista del continente colombino ha dado más sazonado fruto la leyenda fraguada, en siglos de envidia, por nuestros rivales europeos; en ninguna parte ha cuajado, en forma tan agresiva y duradera, aquella interpretación peyorativa de los afanes y realizaciones de nuestros comunes abuelos, pues, quieran que no, los abuelos son comunes, acaso más de ellos que nuéstros. Al hablar mal de los españoles del siglo XVI, de los suyos hablan. (…)


Palabras clave:
Cortés, Hernán, 1485 - 1547 - Comentarios

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