Una gitana condenada al Cadalso

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José Ignacio Escobar

Abstract


Víctor Hugo desde niño supo la atrocidad que era la pena de muerte. Toda su vida la rechazó y en Nuestra Señora de París hizo pública, a través de unos personajes magistrales, su opinión. El rechazo a la condición de gitana de Esmeralda, protagonista de la novela, es el vivo reflejo de la sociedad parisina del siglo XV, que, aunque atraída por las piruetas de unos gitanos en las plazas públicas, asimismo condenaba esa atracción, llevando a la horca a los supuestos herejes. Lo que importaba era seguir las ordenes del rey Luis XI, así fueran injustas. Vemos de esta forma cómo, a pesar de la lucha del jorobado Quasimodo, o la madre de Esmeralda, pareciera que la pena de muerte debiera aplicarse por el solo hecho de encantar a un pueblo a través de una pequeña cabra llamada Djali. Es la opresión que campea por el libro, y los personajes, batiéndose por el amor de una bella mujer, llegan a hacerse polvo. La crítica al poder de Víctor Hugo es evidente, pues, independiente del rango social en que están los seres humanos, a todos los iguala con el rasero de la muerte. Muere la gitana pero el rey Luis XI, en su decrepitud, no refleja propiamente la victoria. ¿Quién está por encima de quién?


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