Descubriendo el aire que respiramos
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Resumen
El aire sano
Si en la Edad Media alguien le hubiera dicho a otro “créeme, soy como el aire que respiras”, quien hubiera escuchado la frase imaginaría un espacio blanco y puro, con un paisaje verde, peces en el río y pajaritos trinando en el nido. Ahora, si esta frase se hubiera dicho hoy en día, la imagen sería la de un monstruo o un delincuente peligroso. Y sí, los tiempos han cambiado como han variado las ciudades, los sonidos, la gente y el contenido del aire.
El aire, del que tenemos conciencia cuando respiramos mal u olemos algo feo, es un compuesto de casi un 79 % de nitrógeno, un 20 % de oxígeno y el resto —algo así como un 2 %—, de dióxido de carbono, argón, neón, criptón, helio y vapor de agua. Esto, en estado limpio. ¿Y qué produjo el aire? Se dice que hace 2400 millones de años se produjo un fenómeno llamado la Gran Oxidación (otros lo llaman la revolución del oxígeno), y a partir de ahí se dio la evolución de la vida orgánica. Los árboles y las plantas necesitaron el aire, igual que protozoos, hongos, animales invertebrados y vertebrados, como reptiles, anfibios, aves, peces y mamíferos (entre ellos, nosotros).
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