La postal y el turista
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Resumen
Los turistas proceden de los lugares más diversos, no se pueden comunicar entre sí. Hablan muchas lenguas y no se conocen, su vida cotidiana es diferente y no comparten su idea del mundo. No tienen nada en común, pero participan de una misma actividad: su condición de ser turistas. Como parte de su actividad practican obsesivamente la fotografía. "Todos llevan una máquina fotográfica en bandolera". El turista, en sus desplazamientos y sus itinerarios, se detiene en los sitios indicados en las guías turísticas (en los parajes más sobresalientes, en los sitios de veraneo, en los monumentos históricos, etc.) no sólo para visitarlos, de cada uno de ellos se lleva una o varias imágenes fotográficas para su casa. No tiene tiempo para experimentar ninguna sensación verdadera con respecto a la naturaleza; para sumergirse en ella, sólo se da cuenta de su efecto cuando la ve en las fotografías. A su regreso podrá revelar las fotografías y recordar los lugares visitados. Estas constituyen su "diario de campo" (sustituyen su diario de viaje y las impresiones subjetivas, y reemplazan las palabras por las imágenes). Aunque dispone de mapas y de programas impresos, han sido tantas las cosas que vio en tan poco tiempo, sin haber tenido el tiempo para hacerse una idea, que no puede confiar en su memoria visual. La cámara ve por ellos, les permite absorber las impresiones nuevas sin mezclarlas. Les permite contar a sus conocidos cuándo, cómo y dónde en realidad estuvo, cerciorarse que fue él el que gozó de todo aquello. Sus códigos fotográficos y su retórica visual convierten la fotografía turística en un lenguaje universal que atraviesa las diferencias culturales que entre ellos puedan existir. (…)