La evolución de San Agustín y el camino de la inteligencia hispanoamericana
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Resumen
La civilización antiguo-clásica -la civilización greco-romana que había dado al mundo tres principios ordenadores de trascendencia máxima: la "razón" como principio de la interpretación científica del cosmos; la "persona" libre como suprema medida para la recta estructura de la convivencia humana; y la "cultura" entendida en el sentido de una labor incansable de formación estética del alma, como contenido más sublime de la vida- esta civilización verdaderamente humana y humanizante había sido desde sus comienzos en el siglo VI a. C. la forma de vida sólo de una minoría urbana, casi perdida en la infinitud de los campos que la rodeaba y donde perduraban, en el silencio de las cosas eternas, las tradiciones de las grandes culturas milenarias del Antiguo Oriente, culturas de orientación no racional, sino mágica, no personalista, sino anti-individualista, no estética, sino religioso-cúltica, y por eso, precisamente, más correspondientes al sentimiento vital de las masas e incomparablemente más firmes y duraderas que la civilización meramente "humana" de la antigüedad clásica. (…)