Las moradas de Santa Teresa de Jesús
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Resumen
Y Santa Teresa, paloma herida, conoció bien de estos fuegos del Amor. Atraída por un amor exclusivista y total, insaciable en su pecho, abrió sus alas y se remontó al Infinito; en su elipse Muerte-Vida (capullo- espíritu), habiendo dejado en muerte quieta las fugas por donde se nos va la fuerza, y a Dios arrancó todos sus secretos; y, colmada, sobre el camino riente de la esperanza y de la fe, nos mostró la religión celeste, contándonos sus deleites y esparciendo serenidad en tomo suyo. Y desde la abscóndita mansión de la unión llamó a corro a sus pupilas carmelitas, sus palabras recostadas en la luz del Espíritu, al que, con humildad y reiterada voz invoca para que "hable por ella en estas cosas sobrenaturales", en el afán de acuciarlas al temple y al rigor, al riesgo y experiencia personales en ese mundo interior vasto; al trabajo, no como ocupación ciega que llena el tiempo y no la vida, y sí como labor piadosa en su aprovechamiento; a la oración, como renovación diaria de agua viva de vida, gracia multiplicadora; al servicio; a la vida transparente, en cada gesto el fin; a la contemplación, como descubrimiento y claridad del mundo en su ser radical para Dios. (…)