Presentación
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Resumen
Si la modernidad alimentó su proyecto ético-político al calor de la noción de progreso, sustrato universalizador y guía de la actividad humana en su totalidad, una vez puesto tal progreso en duda al confrontarlo con catástrofes nacidas de su acción ciega sobre ecosistemas naturales y culturales, se impone nuevamente la necesidad de pensar aquello que había sido aceptado como verdad inobjetable. Acostumbrados a la incesante renovación en la que lo único que permanece es el cambio mismo, nos vemos de nuevo obligados a confrontar la tradición, a mirar de frente los efectos locales de las globalizaciones económicas, cultural y tecnocientífica. Estamos, pues, comprometidos con la tarea de revisión de los fundamentos mismos de nuestra cultura bimilenaria, tarea urgente como hacía mucho tiempo no nos era exigida otra de su calado. (…)