Memento mori (ma non troppo) A propósito del recién fallecimiento del Filósofo Jairo Escobar Moncada
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Resumen
De mi padre recuerdo que solía decir:
"No deseo que llegue el día de los grandes elogios, pues sé que, entonces, no los necesitaré".
Mi padre, a su modo, tenía esa veta estoica que recorre el sentir de los pueblos costeños, hechos de una sabiduría que se ha forjado en las faenas de la mar y cuyo talante les aprovisiona de una resignada actitud ante la vida y la muerte. Pensando en ello, he de reconocer que mi querido amigo Jairo Escobar ya no precisa de mis elogios. Si acaso, como suele suceder, soy de los que ha de detenerse a preguntar: ¿Por qué soy deudo suyo?
Nos conocimos como debe ser, por dos veces. La primera, coincidimos en una cena académica que celebraba la constitución de un grupo internacional de investigación sobre la influencia contemporánea de la filosofía ética griega. Íbamos a impartir unas jornadas y cada uno tenía dispuesto alguna investigación acorde con dicha temática. Meses después, él se incorporó como profesor invitado al plantel de docentes del departamento de filosofía de la Universidad Autónoma de Madrid, bajo el paraguas de la Beca Castillejo. Esa fue la vez en la que nos reconocimos.