En recuerdo de Ernst Bloch: Entrevista con Beat Dietschy
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Resumen
Ese azar constituye el comienzo. Y el comienzo fue de este modo: yo tenía 18 ó 19 años cuando leí por primera vez algo de Bloch, El ateísmo en el cristianismo y algunos textos más. El caso es que, al leerlo, me sentí rápidamente identificado con su pensamiento y con la musicalidad de su prosa. Como Bloch mismo3, yo me sentía un poco perdido en el ambiente en que estaba, sentía que ese no era mi mundo. Aunque ciertamente les debo a mis padres muchas cosas y no tenía una mala relación con ellos, me faltaba algo, "etwas fehlt"4.
Así es que me puse a leer más. Y, animado por una amiga de ese entonces, me atreví a escribirle preguntándole si podíamos visitarlo. Le enviamos pues una carta y, pocos días después, nos llegó una postal de Karola Bloch, que decía: "mi esposo se alegra de veros y os propone un encuentro el día domingo 30 de enero, por la tarde". De modo que fuimos a Tubinga. Él estaba en el lugar donde trabajaba; un cuarto muy pequeño, cuya reconstrucción se puede ver hoy en el Centro Ernst Bloch en Ludwigshafen. Al lado estaba un living con vista al río Neckar, que corre a pocos metros. Era allí donde solía recibir a sus visitas. Fuera de eso, había dos dormitorios: uno para Karola y otro, muy chiquitito, para él. Esa era toda la casa.